domingo, 25 de abril de 2010

En mayo en la batalla piensa en Marcel

Querida Madame Proust,

Se acerca el bonito mes de mayo, y con él, fechas muy reconocidas. Desde el día de la madre, que espero usted pase con la devoción debida que Marcel le practica, al Día del Trabajo. Este año, este día, que cae en sábado, es como bien sabe el punto de partida de esta apuesta terrible que nos hemos impuesto sus (de su hijo) queridas admiradoras. Tenemos, como puede imaginar, miedos y temores. Pero también tenemos confianza y fuerza. Nos avalan empresas literarias anteriores, nos avalan las ganas de triunfar. Nos avala, sobre todo, querer acabar antes que las demás. Sobre todo a Madame de Malarrama, siempre fue muy competitiva.

Su silencio nos resulta un peso difícil de sobrellevar. Pero, para serle sincera, es el mismo silencio que estamos todas practicando. No hablamos de Marcel, el 1 de mayo nos mira y sabemos que mancillaremos con nuestras yemas las portadas de sus traducciones, no comentamos nada entre nosotras. Algunas miradas de reojo indican que nos espiamos, que observamos con cierta alevosía si la Madame de al lado ya ha comenzado su aproximación al camino de Swann, ya se nos quiere adelantar en elucidar los misterios de Combray. Todas, espero, tomaremos voz en mayo, y usted tendrá a bien leernos, escucharnos, y contestarnos, si es que tal honor merecemos.

Con cariño,
Madame de Borge

jueves, 15 de abril de 2010

Té de las 5


Querida Madame Proust

Creo que mi gran amiga Madame de Borge ya le alertó de mi llegada a la empresa que tanto ella como la diligente aunque silenciosa y discreta Madame de Malarrama decidieron llevar a cabo, que, como ya bien sabe, consiste en recorrer las praderas y bosques literarios que ha dejado su estimado hijo. Una empresa muy atractiva sobre todo para mí, pues, aunque ya he sido educada en lo más selecto de la literatura inglesa - y en alguna frivolidad como las historias de Charles Dickens o Jane Austen, obras ostentosamente populares que desconozco si han llegado a su biblioteca, pero que entre los divertimentos y placeres fáciles que otorgan se pueden encontrar importantes enseñanzas morales que bien podrían servir a mis hijos ¡o criaturas, los muy bandidos! si no perdieran todo el día corriendo detrás de las muchachas de su edad -, y no conozco las artes de su atractivo país más que algunos ejemplos anecdóticos. Uno de esos ejemplos lo pude conocer hace una semana, cuando me dirigía con mi hermana soltera para disfrutar de la ópera y esa semana programaban una historia terrible y voluptuosa de un tal Berlioz. ¡Vaya, qué tremebundo era lo que ocurría en el escenario, pero qué bella era la música! Recuerdo que mi hermana ya me hizo notar el insólito contraste entre el personaje tan horrible, malévolo y censurable que era la soprano y lo bellas de las melodías que debía interpretar. "¿No hubiera sido más lógico, por no decir más acuerdo a nuestros valores, que una música igual de horrible acompañase a tan grotesco personaje?". Si bien no tengo un punto de vista tan extremo al respecto, debo reconocer que sus inquietudes ante ese contraste, tan notable como el del agua y el aceite al unirse en un vaso, eran totalmente comprensibles.

Espero que lo que ha escrito Marcel no sea tan turbador como esta desafortunada obra. Tengo que confesarle, sin ir más lejos, que ya me he acercado a alguno de sus libros, ojeándolos en la librería que tenemos en Bath. "Lady Churchill, sí, tenemos este libro, y dicen damas tan instruidas como usted que es apenas una pobre imitación de Dickens". Pedí que me dejara recorrer algunas páginas del libro, y en efecto, el estilo era parecido al de Charles, pero el buen encargado no contaba con mi gran conocimiento de la lengua francesa. ¡Ah, esas tardes interminables conjugando verbos en todos los tiempos y géneros! Gracias a ello, pude hacerme con una edición importada de la mismísima Francia, que al mirarla, sí tiene esa riqueza retórica y ese olor a francés que esperaba. ¡Tuve que detenerme para no leerlo todo en una misma tarde y leer a la vez que mis amigas, fíjese lo que le digo!

Sin más, espero noticias suyas, que sus cartas siempre me llenarán de alegría y gratitud.

Madame de Churchill

P.D. tengo cierto temor a que, por el hecho de ser inglesa, me trate de una forma condescendiente con respecto a M. de Borge y de Malarrama. Sé que ellas me tienen tanto amor y cariño que ni siquiera han resaltado este hecho ante usted, y supongo de usted un conocimiento del mundo suficiente como para apreciar a todos los europeos de la misma manera, pero, para recordarle mi aprecio, le envío un par de bolsitas de nuestro mejor té adjuntos a esta carta.

lunes, 12 de abril de 2010

Desde Albión

Querida Madame Proust,

No quisiera yo incomodarla en su seguro descanso, pues sé que los fines de semana en la campaigne la dejan fatigada. Debo no obstante informarle: los acontecimientos se suceden vertiginosamente.

Nuestra querida amiga Madame de Churchill nos ha rogado encarecidamente participar en este proyecto. Se trata de una joven un tanto insensata pero apasionada, que participa en nuestras frecuentes tertulias con vigor inusitado. Su ascendencia, empero, es británica, lo que espero que no le suponga un problema, sino que lo sepa ver cómo una ventaja. Nadie como las damas británicas para tomar el té en alegre reunión.

Dados tantos parabienes y su juvenil insistencia, seguramente debido a lo pertinaz de la lluvia en su tierra de origen, ha sido admitida en este selecto club de servidoras de Marcel. Estoy segura de que sus contribuciones serán de su gusto y disfrute.

Madame de Borge

jueves, 8 de abril de 2010

Les protegées

Querida Madame Proust,

Los tímidos protegées que suelen frecuentar nuestros salones de té parecen animarse a sumarse a nuestra empresa. Alguno incluso ha comenzado ya la lectura, y anda buscando ediciones y traducciones más perfectas, como si en ello les fuera la vida. ¡Y alguno se anima a hacerlo en francés! No es cosa que me altere, pues entiendo que su naturaleza juvenil y hormonal les impele a amarcelarse antes que otros. Como puede imaginar, pues ya la conoce usted, Madame de Malarrama anda tan emocionada que, según me ha confesado entre mohínes que le impedían preparar el boeuf bourguignon habitual de su desayuno, apenas puede escribirle.

Debo confesarle que al escribirle hace quince días aún me faltaba en mis estanterías, inconstante como soy, el último volumen de la recherche. Pero he solucionado este problema ya. Mi edición es la de Alianza Editorial, cuyos primeros volúmenes fueron traducidos por Pedro Salinas, y los últimos por Consuelo Bergés. Voces dicen que tal vez sea traducción antigua, incluso creativa -como si la hubiera de otro tipo-, pero usted y yo sabemos que Marcel siempre prevalece.

Esperando que su silencio no se deba a alteraciones inesperadas de su salud, me despido y le prometo prontas palabras de Madame de Malarrama.

Madame de Borge