domingo, 7 de noviembre de 2010

Haciendo aproustasía

Querida Madame Proust,


Muchas personas de bien me han afeado mi carta anterior. Que si una dama no puede escribir según qué cosas. Que si estas cosas no son buenas para la educación de los niños franceses, etc. Nadie al menos ha enviado mis letras a un juez, ni concejal alguno se ha molestado por las mismas, afortunadamente. ¿Se imagina? ¡Madame de Borge acusada de indecente! ¡Yo, que he dado de comer a los obispos de media Francia! Para reponerme del disgusto, tomé el Transcantábrico para asistir a la misa de un viejo amigo en Compostela. Aunque el hombre está algo cambiado de cuando, en mi mocedad, le conocí. ¿Ha visto usted qué cura guapo? Yo le diría que se le ajusta muy bien aquello que decía Oscar Wilde: Hay algo trágico en el enorme número de jóvenes que viven en Inglaterra en la época actual: empiezan su vida con perfiles perfectos, y acaban por adoptar alguna profesión útil.
Está feo no obstante traerle citas de un inglés que nunca cayó bien a Marcel a esta casa, aunque nuestra más británica tertuliana ande desaparecida y ya no tome el té (temo se haya pasado a otras sustancias innombrables). Temo que eso de los perfiles Marcel ya se lo huela, pero, francamente, no imaginaba que tuviera tanta lucidez sobre su genio. Sucede que leyendo tantas páginas seguidas escritas por la misma pluma, la psique se desate y se revele. Ay, Madame, todos sabemos que nadie hay más grande que Marcel, pero, ¿por qué se lo dice a sí mismo?.
Quizá por eso se dice el hombre de genio, para evitarse las incompresiones de la multitud, que como a los contemporáneos les falta la distancia necesaria, las obras escritas para la posteridad sólo la posteridad debiera leerlas, igual que ciertas pinturas, mal juzgadas cuando se las mira muy de cerca. Pero en realidad, toda cobarde precaución para evitarse los juicios erróneos es inútil, porque son inevitables. El motivo de que una obra genial rara vez conquiste la admiración inmediata es que su autor es extraordinario y pocas personas se le parecen.
Cuán segura estoy de que Marcel pensaba honestamente en la posteridad, y cuánta pena se desprende del escaso reconocimiento en vida en estas líneas. Me pregunto si su alusión a la pintura que de cerca no se entiende pudiera ser una referencia a tanto pintor impresionista que no vendió cuadros en vida. Pero no puedo olvidar que tras escribir estas líneas y mover algunos hilos, Marcel ganó el Premio Goncourt por A la sombra... ¿Recordaría estos comentarios suyos? ¿Qué extraña paradoja no pasaría por su cabeza al hacerlo?.
Suya,
Madame de Borge

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