domingo, 13 de junio de 2010

Primer misterio desvelado

Querida Madame Proust,

Ay este Marcel, qué juguetón, haciendo sufrir al caballero Swann para luego otorgarle los favores que le eran esquivos... Como adivinará, he, en efecto, terminado por fin 'Por el camino de Swann', en exactamente 27 días. Dice nuestra querida tertuliana (aunque últimamente nos ha hecho varias piras injustificables), la Baronesa Riefenstahl que uno no se hace fan de Ellroy para luego tener que leer frases del tamaño del Titanic y la complejidad de un acelerador de neutrones. Algo de razón no le falta, que una tiene la sensación de que ha leído una única frase en quinientas páginas.

En la aparentemente futil reconstrucción del recuerdo y de las pasiones amorosas imposibles de Marcel encuentro a veces un fino sentido del humor, con el que de nuevo he vuelto a sufrir arcadas en el episodio veneciano del tercer episodio del primer volumen. Marcel anticipa a Thomas (Dios mío, he de proponer a las madames leer todo Thomas Mann, a ver si compensamos tanta Francia con algo de música), y consigue que su protagonista enferme incluso sólo con la posibilidad de pensar en las enfermizas atmósferas de la laguna.

Como ve, en este mes he encontrado motivos para alegrarme de la lectura de Marcel, señora. Sin embargo, noto frialdad en las demás Madames. Indiferencia. Como si se tratara de proyecto dejado a medias. Prometo desde aquí no volver a pasar hambre... digo... perdón, ¡prometo no abandonar la lectura!. 'A la sombra de las muchachas en flor' me espera en septiembre, y supongo que me desvelará qué sucedió para que Swann ganara el amor según perdía la sociedad. ¿Dará besos de buenas noches a Gilberta? ¿O sólo cuando no hay invitados en casa? ¿La princesa de Laumes volverá a Guermantes? ¿Y Madame de Verdurin? ¿Volverá de su gira en yate?

En fin, ya veremos. Prometo seguir escribiéndola, Madame. Me tomo su falta de respuesta como un asentimiento en silencio; como si le soplara con suavidad a una vela cuya llama se estremeciera por milésimas de segundo, para recuperar su porte y su luz como si nada hubiera sucedido. Pero, aún así, ha sucedido, y por ello no la abandonaré, y espero seguir en estas comunicaciones con el proustiario proustmetido.

Suya,
Madame de Borge

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