domingo, 27 de marzo de 2011

Llega un día en la vida de una mujer

Queridas Madames, Ha llegado el día, que fue el de ayer. El del abandono, la caída al abismo, la visión del vacío delante de mí. ¿Ven ustedes la rutilante imagen del Chateau de Guermantes en la fotografía? No, no es que me vaya a tirar al foso en acto de amor definitivo. Es más bien que entrar en Guermantes, en el tercer volumen de 'la recherche' se me antoja un viaje sin retorno. Entrados en Guermantes, habrá que terminar la aventura. Reconozcámoslo, Por el camino de Swann y A la sombra de las muchachas en flor son dos reconocidos aperitivos. Conocidos en todas las culturas. Muchos aficionados a la literatura los han leído, los conocen, saben de las magdalenas, la catedral, los paseos de Balbec, los picores de Albertina, las tertulias de Mme. Verdurin, y el dulce encanto anfitrión de la casa de Swann. ¿Y ahora? Ay, ahora ya has oído todas las advertencias, ahora ya viajarás sola, tú pasarás también a ser esclavo del olvido de los hechos anteriores de la novela, mezclarás nombres, fechas, datos... Deberás ser valiente, la tarea es grande y la voluntad ha de ser mayor.


Marcel conoce bien el valor del nombre y su peso en la memoria. La abnegada Francisca, que por otro lado mejor haría en no confraternizar con los lacayos de las demás familias, que sabe Dios con qué pequeñeces la seguirán alterando, recuerda Meseglise, o Guermantes, y todo en ella vuelve a la vida. Miren la delicadeza: Y el nombre de Guermantes de entonces es también como uno de esos globitos en que se ha encerrado oxígeno o algún otro gas: cuando llego a agujerearlo, a hacer salir de él lo que contiene, respiro el aire de Combray de aquel año, de aquel día, mezclado a un olor de espinos blancos agitados por el viento del ángulo de la plaza... No sé ustedes, Queridas Madames, pero este hombre acabará conmigo. Una metáfora vendrá a ser algo que a alguien se le ocurrió comparar y que Marcel ya habrá escrito. Así, Guermantes me evoca la valla del terreno imposible de penetrar. La tarea definitiva.





En este tercer volumen, la traducción pasa a ser compartida, por Don Pedro Salinas y Don José María Quiroga Plá. Tal vez sea cosa mía, de que mi arrebato me impida ver los detalles, pero aprecio menos laísmo. En su defecto, debo decirles que me encuentro con expresiones tan sublimes como Vamos unas veces a la Ópera, otras a las suarés de abono de la princesa de Parma... donde la deliciosa bacanal de galicismos sigue reinando.




A ustedes me encomiendo,

Madame de Borge

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