miércoles, 11 de mayo de 2011

Ser gran señora


Queridas Madames,

No sé por qué jardines andan ustedes, pero al no haber comenzado aún la lectura de El mundo de Guermantes aún no conocen la felicidad que da saber que te has comido el mejor postre de la mesa. Tanto es así que me ha dado un ataque de hermenéutica furibunda, he bajado las persianas, corrido las cortinas, despedido al chófer, metido en la cama y me he puesto a revelar al mundo los secretos del volumen. Hoy, el primero, eso de las clases sociales y tal.

Obvio es que el análisis de las clases sociales, las diferencias entre ellas, sus costumbres y su moralidad en cuanto grupo forman una de las columnas estructurales de la recherche. A la sombra de las muchachas en flor presentaba el mundo burgués de los Swann. El saloncito de Odette, que conservaba su matiz casquivano de juventud, desilusiona a Marcel por su falta de ingenio y su vulgaridad; el chico no encuentra acomodo y, aunque no sea por ello, parece una consecuencia que su líbido por Gilberta Swann se desvanece. Tampoco contribuye a ello el misterioso Swann, elegante pero esquivo, inteligente pero permanentemente aturdido, tan fascinante como lejano, cuyos universos variados permanecían entonces aún oscuros para Marcel y sus lectores más allá de su pagafantismo.

En El mundo de Guermantes, Marcel busca la aristocracia. Bueno, esta más bien se le aparece. Empieza enamorándose visualmente de los vestidos y el porte de la duquesa de Guermantes, con la que practica descaradamente un acoso patético durante cien páginas. Atención al análisis de la fascinación que mujer, clase y ornamentos le suponen: […]; y por la mañana, en el momento en que iba a salir a pie, como si la opinión de los transeúntes cuya vulgaridad hacía resaltar paseando familiarmente por entre ellos su vida inaccesible pudiera ser para ella un tribunal, podía yo distinguirla ante su espejo desempeñando con una convicción exenta de desdoblamiento y de ironía, con pasión, con malhumor, con amor propio, como una reina que ha aceptado hacer de criada en una comedia de corte, el papel, tan inferior a ella, de mujer elegante; y en el olvido mitológico de su grandeza miraba si su velillo estaba bien estirado, se aplastaba las mangas, se ajustaba la capa, como el cisne divino hace todos los movimientos de su especie animal, conserva sus ojos pintados a ambos lados del pico, y se lanza de pronto sobre un botón o un paraguas, como cisne, sin acordarse de que es un Dios.

Este párrafo enlaza con una de las filias preferidas de Marcel, la explicación del mundo mediante referentes artísticos (que dicho de otro modo, bien puede significar que la vida imita al arte, o bien que todo lo social es teatro…). Pero a eso ya llegaremos. La tan atractiva clase aristocrática, en la que el espejo masculino es Roberto de Saint-Loup –un Guermantes ‘distinto’ porque así lo desea Marcel-, también tiene sus divisiones. En los volúmenes anteriores, Marcel muestra que aunque a fin de cuentas él procede de familia burguesa, no por ello se siente vinculado socialmente a gente como los Verdurin o los Swann aún a pesar de también buscar su aprobación. Pero las tensiones de la aristocracia existen, aunque sus detalles se nos escapen si no se tiene un fuerte referente histórico francés: […] pude discernir fácilmente hasta en las maneras y en la elegancia de cada uno de ellos la diferencia que había entre ambas aristocracias: la antigua nobleza y la del Imperio.

No se olvida Marcel del fino humor de contraste social. Al humor de Guermantes me permitiré definirlo como ‘humor bartualiano’, si al poseedor de este apellido no le importa. Este chiste termina esta entrada incompleta de hoy, que obviamente continuará:

Ser gran señora es jugar a la gran señora; es decir, por una parte jugar a la sencillez. Es un juego que sale extremadamente caro, tanto más cuanto que la sencillez no encanta sino a condición de que los demás sepan que podríais no ser sencillos; es decir, que sois riquísimos.

Suya,
Madame de Borge

2 comentarios:

  1. No sabes el honor que me haces al acuñar una etiqueta con mi nombre. Aunque algún día me tendrás que explicar en qué consiste eso del "humor bartualiano" porque yo no lo sé. Estoy acabando con las fillesenfleur y el cuerpo me pide hacer que regrese Madame de Malarrama, quien sé de buena tinta, está totalmente arrebolada con la lectura.

    Besos,
    Rober.

    ResponderEliminar
  2. haga caso a su cuerpo, Dr. ¿Acaso no le ha dado satisfacciones cuando lo ha hecho? La profundidad del humor bartualiano en Proust será revelada en siguientes entradas con participación, entre otros, de Aristóteles o la reina de Suecia. Manténgase conectado!

    ResponderEliminar